
… hay muchas personas que en su vida han optado por lo verdaderamente humano, por la sociabilidad y la cooperación
El verano empezó con una tan inesperada como anhelada noticia: Ingrid Betancourt ha sido liberada por las FARC después de seis años de cautiverio en la selva colombiana. En una de sus primeras ruedas de prensa, cuando le preguntaron sobre los nuevos proyectos que tenía trazados y donde se le cuestionó sobre su continuidad en la vida pública y política de su país, ella respondía que “Ciertamente hay mucho que hacer, hay mucho trabajo. El mayor proyecto de todos es el de cambiar el mundo, porque creo que tenemos que cambiar el mundo, somos una generación que tiene que lograr que las cosas funcionen como tienen que funcionar y no como están funcionando”.
Y el hecho de que las primeras palabras pronunciadas por esta mujer recién liberada de un durísimo cautiverio nos hagan pensar sobre las injusticias en nuestro mundo no deja de interpelarnos y nos lleva a reflexionar un poco sobre la eterna pregunta ¿por qué no funcionan las cosas, por qué no funciona este mundo?
Se dice que si comparamos al ser humano con los chimpancés, que son los simios más próximos a nosotros puesto que sólo nos diferenciamos genéticamente en un 1’6%, podemos observar que ellos tienen una vida también en sociedad aunque se rigen por el individualismo, la jerarquización y el sometimiento del otro. Cuando hace millones de años surge el ser humano, este funcionamiento social se rompe y en lugar de la competitividad y el sometimiento entra a funcionar la cooperación. Los primeros seres humanos salían a cazar y recolectar, y todo aquello que conseguían se repartía entre todos los miembros del clan, no hacían como los primates que lo que cazaban era únicamente para sí. De esa cooperación que surge con el ser humano se desarrolla también la ternura y el tener en cuenta al otro que sirvió para la aparición del lenguaje, esencia de lo humano.
Hoy en día, en el mundo que habitamos, no deja de asombrarnos que, con el paso de los años que han permitido el desarrollo del ser humano, se favorezca y aliente la acumulación personal, sin medida y excesiva, lo que inevitablemente lleva al empobrecimiento del otro. Es un mundo que favorece la competitividad dejando a muchos excluidos de la carrera por ser el primero y el que más tiene. Vivimos en un mundo en el que prima el “yo” en detrimento del “nosotros”. Es así que no deja de asombrarnos que lo propiamente humano parece estar dejando paso a lo más propio de los primates. Tal vez sea porque hemos olvidado que lo que nos define como humanos es la sociabilidad, la cooperación y la convivencia.
De todos modos es una suerte saber que hay muchas personas que han optado en su vida por lo verdaderamente humano, por lo propio de la persona que es la sociabilidad y la cooperación. De esta manera, desde lo más humano, Ingrid Betancourt en la ya citada rueda de prensa afirmaba que “El propósito de mi vida es el de cambiar el mundo, hay muchas cosas que necesitamos cambiar, tenemos que aprender a hacer las cosas de manera diferente, así que es muy importante que toquemos los corazones de las personas. Lo que yo viví en la selva me hizo poder sentir lo maravilloso del ser humano, sentir la compasión, sentir el apoyo a los otros y el apoyo de gente de todas partes del mundo que ha expresado la solidaridad, gente que expresa solidaridad para aquellos que sufren….” .
En PROKARDE compartimos plenamente ese deseo de cambiar el mundo y de tocar los corazones de las personas y optamos por lo más humano, renunciando a estructuras mentales y de comportamiento más propias de los animales.
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