Marta Domínguez visitó el Colegio «Virgen del Carmen» en Malabo

Marta Domínguez Pérez es comandante de vuelo. Su trabajo le llevó a Malabo y SEPLA-Ayuda al Colegio «Virgen del Carmen» de Malabo.
Después de la visita nos deja sus impresiones….
El colegio está al final de la calle.
Arena, polvo, acequias. Una calle llena de niños a medio vestir, de mujeres a medio respetar, de hombres medio ebrios, medio sobrios, durezas en las manos, vidas sin techo.
Al final de la calle está el colegio, con su puerta verde y con sus niños.
Entramos sin llamar.
Unos en clase de gimnasia, otros aprendiendo los cinco sentidos; los pequeños, los colores.
Hoy es el cumpleaños de Antonia. Rizos claros construyendo formas de piruletas adornan su cabeza. Brillan a contraluz. Danzan al son de la canción de sus compañeros.
Cumple tres años.
Sus ojos te atrapan.
Pupilas llenas.
En la siguiente clase los niños repiten una y otra vez los cinco sentidos.
Vista. De reojo me interrogan. Oído. La profesora los reclama. Olfato. Señalan cada parte de su cuerpo. Gusto. Su boca. Y tacto. Aplauden…
Y, de nuevo, se clavan en mí sus pupilas.
Andrés está en la tercera clase, sentado en la primera fila, al lado de la puerta. Concentrado.
Es para él. Es un balón de reglamento, un Tango.
“Para los niños de Guinea”, me dijo Diego, “para que puedan jugar igual que yo”
Y de los dos balones que Diego me dio, uno se lo quedó el colegio, el otro, Andrés.
El niño sin padres, de inmensa sonrisa y, una vez más, su mirada cautivando voluntades. Comprometiendo al esquivo.
En el patio, entre dos porterías, bajo la atenta mirada de la Virgen del Carmen, corren, juegan, saltan. Sonríen sin límite.
Te abrazan.
Te arrollan.
Te embelesan.
Te embriagan.
Te sacuden el alma y te encuentras de pronto pensando en lo llenas que tienen sus pupilas negras.
TE PARAS.
Tal vez si dejáramos nuestros zapatos a la entrada de las “aulas” y, como ellos, descalzos, desnudos, sin nada que perder, nos enfrentáramos a soberbias, avaricias, complejos y egoísmos encubiertos, tal vez… pudiéramos llenar nuestras pupilas con algo de su esencia.
Esa que te impregna para siempre.
Esa que te mira y te convierte.
No son sólo ellos los que agradecen cada paso de SEPLA-Ayuda, somos todos.
De su mano nosotros les llevamos ropa, juguetes, libros.
De su mano nos traemos de vuelta ganas para seguir luchando por la vida. SEPLA-Ayuda somos todos.
Merece la pena.
Lo sentí en el calor de sus besos.
Lo vi en la intensidad de sus pupilas.
Tú también puedes sentirlo.
Hipnotiza.
Marta Domínguez Pérez, comandante A-320 IBE en Malabo


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