
El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas designó el 25 de noviembre como DÍA Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La ONU invitó a Gobiernos, a Organizaciones Internacionales y a Organizaciones no Gubernamentales, a organizar actividades dirigidas a sensibilizar a la sociedad sobre esta dura realidad que sufre la mujer.
Hoy, la violencia de género sigue siendo una de las principales lacras de nuestra sociedad. Un problema de salud mundial y la más vergonzosa violación de los derechos humanos. Los hechos en nuestro país son conocidos por todos.
Esta triste realidad nos interpela insistentemente, y nos compromete a seguir apostando con responsabilidad ciudadana y cristiana por la “cultura del buen trato” y del buen vivir y con-vivir humano.
Un día para reflexionar: ¿qué nos está pasando a las personas?
Una ocasión para unirnos a la memoria colectiva y denunciar la injusticia de tanta violencia. Son muchos los gestos sociales que se celebran en nuestro país por esta causa, y “JUNT@S SOMOS MÁS FUERTES”.
Una oportunidad para rezar con el Papa Francisco:
…»Por desgracia no es raro que el cuerpo femenino sea atacado y desfigurado, incluso por los que deberían ser sus protectores y compañeros de vida…»
Así dice el Señor: “practicar el derecho y la justicia, librad al oprimido del poder del opresor. No hagáis violencia… ni derraméis sangre inocente en éste lugar” (Jer. 22,3)
Esta situación se multiplica en los llamados países en vías de desarrollo. Se estima que el 35% de las mujeres del mundo han sido víctimas de violencia física o sexual a manos de un compañero o de violencia sexual a manos de un extraño. Esto implica 938 millones de mujeres en esta situación, más de la cantidad de personas malnutridas del mundo y casi la población total de África.
Las mujeres que viven en la pobreza, especialmente en países pobres, generalmente se enfrentan a distintas dificultades para evitar o escapar de la violencia de género. Tienen menos independencia económica y menos vías de escape, y a menudo se enfrentan a tradicionales normas sociales que, en el mejor de los casos, ignoran las brutalidades a las que se enfrentan y a veces hasta las sancionan.
Las mujeres pueden ser víctimas de una mayor estigmatización social si buscan ayuda, y las instituciones pueden ser demasiado débiles para proporcionarles ayuda cuando la necesitan. Si se les pregunta porqué no denuncian los abusos, las mujeres de los países en desarrollo responden usualmente que creen que no las llevaría a ninguna parte.
La violencia de género fortalece la desigualdad, dice a las mujeres que valen menos que los hombres y socava su capacidad de elegir y de actuar de forma independiente.
Las mujeres que sufren violencia por parte de un compañero tienen un mayor índice de absentismo en el trabajo, menor productividad y menores ganancias que las mujeres que no sufren abusos.
«Nosotras las niñas podemos cambiar el mundo» (Malala). Conseguir el empoderamiento de las mujeres y de las niñas como Malala, es uno de los objetivos de las organizaciones que trabajamos en estos países. Poner fin a la violencia contra la mujer y cambiar las normas culturales que la perpetúan es una tarea vital que no puede esperar.
HOY ES EL DÍA DEL DERECHO. HOY ES EL TIEMPO DE LA MISERICORDIA
0 comentarios